Crianza,Día a Día

Objetos transicionales

Estaba amamantando a peque A cuando se me acercó una de las personas presentes y me dijo con una sonrisa y muy cariñosamente: “sabes, ahora ya entiendo qué es esto que haces. Porque claro, Fulanito (dos años) cuando necesita cariño se coge su chupete y su peluche y se pone cómodo en el sofá y ahí se queda relajado, y cuando Menganita (tres años) necesita cariño, se coge su chupete y se coge su mantita que se frota en la cara hasta que se relaja. Pero claro, como tu pobre hija no tiene ni mantita, ni chupete, ni peluche, no le queda otra que recurrir a ti para sentirse segura.”

Esto que os digo no es ciencia ficción, es real. El planteamiento me ha parecido demoledor. Mi pobre hija, que tiene que conformarse con su madre para consolarse. 

Constantemente nos quejamos de cómo vivimos en una sociedad de relaciones interpersonales empobrecidas y de materialismo exacerbado donde las personas buscan la satisfacción de sus necesidades en objetos.

Pero a la par que nos quejamos, precisamente obligamos a los más pequeños y vulnerables a satisfacer sus necesidades más primarias con pobres sustitutos de la relación interpersonal más dulce y básica que existe, que es aquella con su madre o en su defecto un cuidador que le quiera, y es la que fundamentará todo lo que vendrá después.

Cuando necesito un abrazo, voy y se lo pido a mi marido o a alguien que me quiera, no me abrazo a un cojín suave. Hacer el amor con mi marido no es lo mismo que usar un consolador, o que él use una muñeca de plástico, aunque quizá nos ayudaría a salir del paso en un momento dado.

En cambio a los niños les pedimos que canalicen sus necesidades en objetos. De este modo el pecho de la madre, que no es sólo alimento si no que es cariño, confort, calorcito, olor, se sustituye por una pieza rígida y fría de caucho o de goma. Y la seguridad del abrazo se reemplaza por un peluche o mantita que con suerte por lo menos no vendrá de China.

Estas son las pobres herramientas con las que una gran cantidad de niños tienen que afrontar su dimensión afectiva o emocional. Y después nos quejamos de que los adultos no sabemos establecer relaciones sigificativas y que estamos aislados…

Objetos transicionales:

Aprovecho para explicar el concepto de objeto transicional. Si un niño o niña transfiere su afecto a un objeto, ya sea un chupete, peluche o mantita, significa que existe un gap o desfase entre el cariño y seguridad que necesita y el que sus cuidadores deciden que quieren ofrecerle o creen que deben ofrecerle.

Esto es así y ha sido profundamente estudiado durante décadas por la psicología. Por lo tanto, estos objetos son instrumentos y no necesidades. Lo aclaro porque en este sentido me parece oportuno precisar que no tengo nada en contra de ellos como herramientas en un momento dado (aunque yo personalmente haya decidido no usarlos).

Por ejemplo, una madre que no da el pecho puede encontrar en el chupete una buena opción (de hecho este es uno de los casos en los que es recomendable), o mientras vamos en coche y no podemos sacarnos la teta.

El problema radica en que muchas personas no ven estos objetos como una opción si no como una necesidad. Creen que el chupete o mantita son imprescindibles, cuando no lo son. Sencillamente son una herramienta para que el pequeño o pequeña gestione la ausencia del cariño o afecto explícito que necesita por parte de los cuidadores que de otra manera se le hace literalmente insoportable. 

Por otra parte, hay formas de usar una herramienta como es el chupete sin convertirlo en objeto transicional. Por ejemplo, siempre ofrecerlo con el niño en brazos. De este modo no lo alienamos, más allá del algo hay alguien.

También me gustaría decir (y esto sí es una opinión personal) que me parece profundamente injusto obligar a un niño a apegarse a un objeto, para después decidir unilateralmente que ya no tiene derecho a consolarse con él.

Por ejemplo, decidimos que no queremos que realice succión no nutritiva porque nos lleva mucho tiempo y preferimos hacer otras cosas, así que insistimos erre que erre con el chupete hasta que por fin lo coge y a la larga se convierte en algo imprescindible.

Entonces nos parece mal. No puede ser que el peque necesite el chupete para todo, esto no está bien. Y decidimos que sólo se lo damos por ejemplo para dormirse. O que a partir de cierta edad el chupete tiene que ir fuera. De este modo, el niño se queda solo.

Ya no tiene ni a la madre o al padre ni al objeto como consuelo, a pesar de que por madurez emocional los necesita. Negamos desde fuera dicha necesidad y la eliminamos prematuramente.

Un abrazo.

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