Tras décadas en que las casas de fórmula han campado a sus anchas poco a poco gracias al trabajo de muchas personas se está intentando reestablecer unos mínimos de cultura de la lactancia a favor de las mujeres y sus bebés.
En Inglaterra un chef ha animado a las madres a dar el pecho alegando los beneficios que tiene para la salud. Esto es especialmente importante en un país con altos índices de obesidad y consumo de comida basura.
El caso es que a la cantante Adele no le ha sentado bien y en su último concierto mandó a la mierda a las personas que abogan por la lactancia materna, diciendo que ella sólo logró dar el pecho unas 9 semanas, tras las cuales “se le fue la leche” y que gracias a los biberones su bebé estaba vivo porque si no en la selva se hubiera muerto.
Para mí la lucha por la lactancia no está en las mujeres que libremente eligen dar el biberón como es su derecho, está en las que quieren dar pecho y a causa de la información desastrosa que corre en nuestra sociedad, no lo dan. Muchas de ellas acaban frustradas y se sienten mal cuando no lo consiguen. Y lo entiendo.
Lo que no entiendo es que descarguen su frustración contra las mujeres que sí damos el pecho, como si nuestras lactancias exitosas fueran un ataque a sus no lactancias. De este modo, las mujeres que sencillamente estamos felices de dar el pecho y compartimos la experiencia con otras mujeres pasamos a ser las talibanas de la teta.
Esta más que legítima frustración nunca parecen descargarla contra un sistema sanitario que mayormente no está preparado aunque debería (y de hecho actúa en contra) para asesorar en cuanto a lactancia. Tampoco lo dirigen contra las mismas casas de biberones que han destruido miles de años de cultura de lactancia intencionadamente a base de mitos y falsedades en pro de su millonario negocio, incluso a costa de las muertes, sí muertes, y enfermedades de miles de bebés.
Todo apunta a que Adele, a pesar de su posición privilegiada, no supo cómo se configuran los mecanismos de oferta-demanda que determinan la producción de leche. Tal vez su bebé llevaba un chupete, o no tenía libre acceso a la teta.
Dice que a las 9 semanas se quedó sin leche, que es precisamente cuando ocurre una de las primeras crisis de lactancia. De haber tenido información, hubiera sabido que es totalmente normal y que sólo se trata de ponerse el bebé al pecho.
El fracaso de su lactancia se debió a falta de información y a inseguridad personal. Considero que es injusto que ahora mande a la mierda (literalmente) a personas que hacen una tarea importante de recuperación de la lactancia, porque hablando de presiones…
¿Conocéis a alguien que os haya dicho “yo quise dar el biberón pero no pude”? Yo tampoco.
En cambio continuamente se me acercan mujeres explicándome que no pudieron dar el pecho. Porque no se enganchaba bien (y luego ves la foto del bebé recién nacido con chupete), porque no tenía suficiente leche (y te explican que claro, que pasaba hambre porque pedía cada menos de 3 horas)…
Dicen que se sienten juzgadas. Y me lo creo. Me lo creo porque lo de que te juzguen no tiene nada que ver con dar biberón, todas las madres somos juzgadas. ¿Por qué ellas se arrogan el derecho exclusivo a sentirse ofendidas? ¿Y las demás tenemos que ir con pies de plomo tratando de que no se note que vivimos nuestras circunstancias y decisiones con alegría porque a ellas no les han salido las cosas como querían?
En el mundo cada día pasan cosas que son una mierda, y está bien ser consciente de ellas, pero de ahí a prohibir a los demás ser felices porque a mí no me ha ido bien en algo… Pues no.
Entonces el problema no está en que haya personas que defiendan la lactancia, ni en madres que desde la libertad eligen el biberón. Creo que aquí el problema es un tema de falta de trabajo de introspección en cuanto a frustraciones personales.
Y así, desde la rabia y la ignorancia más absolutas Adele lanza un órdago mandando a la mierda a una persona que con sus palabras sólo trata de mejorar la salud pública y empoderar a las mujeres y sus cuerpos frente a una industria fagocitadora.
Por último, Adele dice que su hijo se hubiera muerto cuando “se le retiró la leche”. Pues no. Antes de los biberones, antes de esta sociedad individualista de consumo, existía la solidaridad entre mujeres.
Todas (99,9% de las mujeres) tenemos leche y cualquiera de sus amigas, familiares o vecinas se hubiera gustosamente encargado de que a su hijo no le faltara de nada. Como se ha hecho durante miles de años.
Es precisamente la cultura del biberón la que ha instaurado la dictadura de la monogamia de la teta y que nos insta a sospechar de la leche de mujeres ajenas, pero curiosamente no de aquella que viene de vacas en vete a saber qué condiciones. La misma cultura del biberón que hace creer a las mujeres que no tienen leche o no tienen suficiente, cuando las mujeres podemos amamantar a múltiples niñxs a la vez sólo con ponérnoslos al pecho.
“Sin embargo, a la vista de las reacciones más insólitas ante la simple imagen de una madre dedicándole su cuerpo, su tiempo y su amor a su cría, se desprende la duda de si no habrá acaso otro tipo de envidia, más primal, más legítima, que es la de desear aquello que se necesitó y por algún motivo, (lamentablemente, muchas veces cultural) no se tuvo.
En definitiva: la envidia del apego, o el dolor de no haberlo vivido.”