Desde que me quedé embarazada y ahora dando el pecho, me he dado cuenta de la cantidad de veces al día que entramos en contacto con productos químicos.
Que si tintes para el pelo, decolorantes para el vello, cremas depilatorias o hidratantes (muchas con perfumes fuertes), la contaminación en la ciudad, el agua del grifo al ducharnos que ha sido tratada de forma agresiva… y la comida.
En casa mi madre nos inculcó la importancia de una alimentación saludable y variada. Siempre he tratado de llevar una vida sana. De hecho, durante casi ocho años he sido vegetariana, porque me gusta cuidarme y principalmente por respeto a los animales.
Dejé de serlo durante el embarazo, por comodidad debo admitir y porque de cara al futuro quiero que peque A coma de todo y decida ella misma qué tipo de alimentación quiere llevar, sin verse influenciada por mis propias opciones personales. En cualquier caso sigo sin ser una persona que come mucha carne.
Como venía diciendo, ya en el embarazo empecé a mirar las cremas y potingues que me echaba. Sobre la contaminación en la ciudad, desgraciadamente poco se puede hacer. En Sarrià me da la sensación de que hay menos que en otras zonas más saturadas de la ciudad, además no fumo. Vivimos cerca de un parque.
Respecto a la comida siempre he insistido mucho para que en casa llevemos una alimentación sana y equilibrada basada en los productos frescos. Raramente comemos comida procesada o preparada del supermercado. A veces mi señor marido se queja, echa en falta comer más porquerías, más patatas, pasta con salsas, comida más grasienta en general. Y quizá tiene razón. Pero creo que en este caso mejor pecar de demasiado sano que de lo otro. Mi señor marido y yo somos una buena combinación, así compensamos en la cocina.
El caso es que últimamente hemos dado otra vuelta de tuerca y ahora prácticamente todo lo que comemos es producto bio/ecológico. Sencillamente, he llegado a la conclusión de que son muchas las razones para hacerlo. Entre otras:
Si me alimento mejor yo y con menos pesticidas, mejor para mi hija que depende de mi leche (y cuando coma, ¡también mejor para ella!). Además, la fruta y la verdura ecológicas tienen un sabor espectacular, por ejemplo si lo comparamos con los tomates que no saben a nada del supermercado. Como siempre comes producto de temporada, le proporcionas a tu cuerpo las vitaminas que necesita en cada estación del año y contribuyes a un tipo de agricultura más sostenible. Los productos de tipo ecológico suelen ser de proximidad.
Quizá la mayor barrera sería el tema económico, pero es mucho más barato de lo que se cree. Si compras productos básicos (fruta, verdura, carne, arroz, legumbres), es decir, no procesados (como galletas, zumos, etc.) entonces no es nada caro. Por supuesto hay sitios más caros que otros y que con la excusa de que es ecológico te clavan.
En mi barrio hay un sitio adorable y muy bien de precio que se llama Free Food, donde yo compro la mayoría de las cosas. Mis amigas también van. Además tienen productos biodinámicos. También tengo un supermercado de la cadena Veritas cerca de casa en el cual compro el pan (espectacular) y yogures de soja (he dejado la leche de vaca).
Os animo a ir incorporando este tipo de productos en vuestra dieta. Yo noto que mi cuerpo está mucho más feliz. Los platos están además mucho más sabrosos. ¡Hay que comer sano!
Un abrazo.