Crianza,Día a Día

Una rabieta

omo esto es algo totalmente normal, sano y previsible, ya hace tiempo me leí el fantástico libro que os recomiendo a todxs, Ni rabietas ni conflictos, de la maravillosa Rosa Jové. En él se proporcionan estrategias válidas y sobre todo, respetuosas, para gestionar este tipo de conflictos.

Os pongo en situación. Teníamos que ir los tres a la fiesta de inauguración del piso de unos amigos. Total, que hemos ido hacia el coche. Peque A iba feliz parloteando en su idioma señalando las cosas que veía por la calle. Ha sido ir a sentarla en la sillita y convertirse en un basilisco.

La he sacado de la silla, le he dado tetita, se ha calmado. Al cabo de un ratito, lo hemos vuelto a intentar. Esta vez, como ya sabía que tocaba silla, ha arqueado su cuerpecito rígido mientras chillaba como si la mataran. Una vez más, hemos recurrido a la tetita y a los abrazos.

Así lo hemos intentado varias veces, sin éxito. Finalmente hemos decidido que no era imprescindible asistir a este evento así que hemos llamado a nuestras amistades y nos hemos disculpado al decirles que no podríamos asistir. Peque A para entonces ya estaba feliz a otra cosa mariposa, y el siguiente paso ha sido ir al parque.

Reflexiones:

Me he sentido muy frustrada. Cuando un peque se pone así, entran en un estado en que están fuera de sí. Todavía no saben controlar sus emociones. Hemos tratado de tranquilizarla y lo lográbamos por momentos, pero por alguna razón que no conocemos porque aún no puede comunicarse lo suficiente como para decírnoslo, no quería ir en coche. Y como somos una familia que se quiere y no un ejército, su opinión también cuenta.

Sentía frustración por no poder ayudarla mejor. Es imposible razonar con un peque en mitad de una rabieta. Entonces el papel de los padres es el de tratar primeramente de ayudar a relajarse. Ellxs solos no saben, aprenderán más adelante. Y si no funciona porque están muy pasados de vueltas, entonces viene la parte de acompañarles. Les decimos que lo sentimos, que no nos estamos entendiendo, pero que mamá/papá está ahí.

Nunca dejemos a unx niñx solo en un momento así. A nadie le gustaría que cuando estamos teniendo un disgusto tremendo nuestros seres queridos nos ignoren o nos dejen solos. No nos podemos quejar de que nuestrxs hijxs adolescentes o adultxs no nos cuentan sus problemas, si cuando eran pequeños les dejamos claro que sus preocupaciones nos importaban bien poco.

También deberíamos preguntarnos por qué nos sentimos tan violentados por este tipo de emociones negativas. Todas las emociones, positivas y negativas, forman parte de la vida y son reacciones válidas siempre y cuando se canalicen de forma adecuada. Vivimos en la sociedad del “no llores”, “no te enfades”. ¿Por qué? Tenemos todo el derecho de estar tristes o enfadados. Si negamos, minimizamos o nos tragamos estas emociones al final es peor porque no aprendemos a gestionarlas adecuadamente, nos acaban haciendo más daño.

Nosotros como adultos debemos actuar como referente de calma. Si vemos que estamos perdiendo los nervios, tratamos de recuperarlos. Si hace falta, tras asegurarnos de que el niño no está en una situación en que se pueda hacer daño, nos apartamos unos segundos y respiramos hondo hasta que hayamos recuperado el control sobre nosotros mismos.

Me duele cuando escucho a la gente decir “no le hagas caso, es lo que quiere”, “lo importante es no ceder”. Basta ya de tratar a los niños como seres malignos y manipuladores. Cree el ladrón que todos son de su condición. En psicología se ha probado desde hace décadas la teoría de la mente, un niño hasta pasados los tres años no tiene siquiera la capacidad de manipular. Pide lo que necesita.

Otra cosa es que a nosotros esas necesidades no nos parezcan lo suficientemente importantes y en vez de atenderlas las ignoremos. Pero entonces no culpemos al niñx. Aceptemos que a nosotros no nos da la gana en ese momento por la razón que sea.

Un abrazo.

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