Cuando A nació, era un bebé de vómito fácil. Lo hacía muchas veces y de forma espectacular. Como madre primeriza estaba muy preocupada, pero todo lo demás parecía andar perfectamente. Una pediatra que me atendió en una de mis visitas para preguntar sobre el tema me dijo que me relajara, que si peque A parecía feliz, tenía buen aspecto y comía, lo normal es que estuviera bien.
Después me comentó que a menudo estos vómitos se producen por intolerancia a la lactosa. Que YO dejara de tomar lácteos y viera qué pasaba. Lo hice. En un par de días los vómitos desaparecieron. Efectivamente, peque A parecía ser intolerante a la lactosa de la leche de vaca.
Siete meses después, en los que he reducido drásticamente mi consumo de lácteos (de todos modos nunca he sido mucho de leche, pero sí me gusta el queso por ejemplo), el otro día me apeteció tomarme un yogur.
Después de hacerlo, yo misma me encontraba fatal del estómago. Primero no lo relacioné, pero a la que A volvió a vomitar, caí en la cuenta. Resulta que a mí tampoco me sienta bien la lactosa después de todo. Una semana después, ayer por la noche concretamente, para “probar” mi teoría, volví a hacerlo. Me volví a encontrar mal y el vómito de la peque no se hizo esperar.
Conclusión: adiós a la leche de vaca.
Siempre he oído lo típico de que no es buena para los adultos, etc. De hecho ya el alergólogo (de pequeña tuve problemas de alergia y asma) le decía a mi madre que lo peor para alergias, vías respiratorias y las mucosidades es la leche de vaca.
Pero es que todo esto llega justo en el momento que estoy leyendo un libro (cuando termine os hablaré de él, por supuesto) y el capítulo que leí ayer va precisamente de este tema. De cómo de dañina es la leche de vaca para el organismo y del pobre aporte nutricional que supone. Básicamente la consumimos por cuestiones culturales.
Sólo quería hacer esta reflexión sobre lactosa y vómitos en bebés amamantados porque me ha parecido interesante. Un abrazo.
